ETAPA 6. CAMPOMANES-CUÉRIGO.

Esta sí que es la etapa de las que no se te olvidan. No sólo por los paisajes que se recorren sino por las incidencias que hay que solventar.
Una vez que se solucionó el asunto del sillín mediante tuerca y tornillo en ferretería de Pola de Lena, seguimos por carretera hacia el Este para retomar el track que ayer abandonamos. 
Por carreteras secundarias fuimos pasando pueblos como Casorvida o Buelles y una mala lectura del mapa, sin detalle, del libro que nos servía de referencia, nos llevó a subir hasta el pueblo de Fresnedo. La subida es de las imponentes y al llegar allí un paisano nos aclaró que para ir a San Andrés o al puerto de Cruz de Fuentes no hay que subir a Fresnedo. Tres veces nos lo repitió con grandes voces, así que bajamos por donde habíamos subido y retomamos el camino carretero. En San Andrés comenzó una larga, muy larga, subida por una pista minera antigua, la pista minera de la Fargosa,  hasta llegar al collado de Cruz de Fuentes, en donde conectamos con el recorrido del track.
Desde ese collado empezamos una bajada por pista muy veloz, en 7 km bajamos más de 700 m, hasta Las Mestas, en el valle de la Mortera. Le sigue una subida con tramos difíciles hasta el Cordal de Carrescu. Antes de llegar a lo alto se pasan diferentes brañas. En una de ellas vive en verano con el ganado Gervasio, un hombre que nos ofrece agua y conversa mientras se peina con el mismo cepillo de atusar caballos. Todo el verano en la braña, con los animales como única compaña. Desde allí la bajada hacia Casomera, en el fondo del valle del río Aller, es muy rápida, intensa,  entretenida, por una pista en continuidad de baches y curvas. En una hondonada mi transportín sale despedido, roto como si lo hubieran cortado de un hachazo. Consternación. Lo amarramos a la mochila y seguimos bajando con mucho cuidado hasta llegar a Casomera. Y luego más abajo, por carretera, hacia un pueblín llamado Cuérigo o Cuergu en el que hay un albergue, Ca'l Xabu,  en donde nos fuimos a instalar; una base para hacer las oportunas reparaciones.
En el restaurante de ese establecimiento, que parece un museo de objetos antiguos, degustamos buenos manjares y nos enteramos de que el lema del pueblo es "Viva Cuergu, que ye puerto de mar", por lo visto una contraseña que utilizaron en la última guerra los resistentes. Platos de la cocina local,  algunos rescatados de recetas antiguas, bien aderezados y condimentados se sirven para comer y cenar.
El día siguiente lo dedicamos a las reparaciones. En un tren fuimos desde Cuérigo hasta Caborana, pueblo en donde hay una tienda de bicis, Bicicletas Castro, muy bien surtida y con el propio Carlos Castro haciendo de factótum. Allí compramos un portabultos ligero para sustituir al roto Topeak. La misma bolsa sirvió para fijarlo con sus velcros, y añadimos un pulpo para salir del apuro con dignidad.  La gran actividad de Carlos se dedicó a nuestras bicis y en un momento cambió gastadas pastillas de freno, ajustó, limpió y engrasó lo necesario en la transmisión con eficacia y prontitud modélicas; todo en una mañana lluviosa, ideal para estos menesteres.
A comer volvimos al albergue y allí estaba dirigiendo con brío el comedor la dueña, antigua caravanera y paseante, como tuvo ocasión de relatarnos. En una mesa cercana había media docena de ciclistas  de carretera italianos que comían y bebían al compás de lo que la doña les contaba. Así les explicó que la sidra, de la que daban buena cuenta de una y otra botella, no era bebida alcohólica, más bien era un alimento natural, porque no se conocían alcohólicos enganchados a la sidra. Los italianos festejaban los lances arrimándose una y otra. Del menú abundante no dejaron ni rastro. Nosotros tampoco, dicho sea de paso.








 58.27 Km
 2136.14 m
 1971.14 m
 20.45 Km
 11:41:24
 192 BYC

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La cabaña de Gervasio








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