19 ene 2015

Lanzarote


Aquí nos venimos, Luz y yo, a instruirnos y deleitarnos recorriendo durante una semana en bici de montaña la isla. Seguimos un recorrido circular llamado Ruta 9 que saliendo de Puerto del Carmen, en el Sur, bordea toda la isla y pasa un día a la Isla Graciosa.
 Es un recorrido por parajes desolados en ocasiones, geomorfología pura y dura y escasa vegetación casi desértica, calas de arenas limpias y mar turquesa, sin las murallas de edificios a los que estamos habituados en estas tierras alicantinas, con trayectos bastantes técnicos de piedra suelta y a veces pendientes duras que el viento en contra puede poner difícil.
Muy entretenido y muy interesante para geólogos y viajeros que huyan de masificaciones playeras. También las hay, si uno gusta de esas emociones. Miles y miles de turistas se apiñan en urbanizaciones de cubículos como avisperos. También hay variados resorts de lujo y hotelazos de mucha estrella, blancos y apaisados. 
Es un territorio de contrastes a todos los niveles: playas de arenas negras basálticas y otras de tonos dorados; páramos sin vegetación y cultivos de primor como las vides o vegetación esférica adaptada a las duras condiciones de escasez de agua y vientos feroces; urbanizaciones interminables y solitarias playas nudistas o textiles, a elegir; pueblos muy cuidados y con hostelería a precios nórdicos cerca de otros sin tanto cuido y más asequibles; numerosos pelotones de ciclistas extranjeros de carretera frente a los pocos con bicis de montaña españoles (con dos vascos y tres catalanes coincidimos). De los ochocientos hubaras (un ave parecida a la avutarda, más pequeña y algo pava) que hay en Europa, tuvimos ocasión de ver un ejemplar que nos hizo demostración folclórica de sus moños blancos y negros.
 La isla es un mar de volcanes sobre los que se han asentado algunas poblaciones reacias a darse por vencidas ante las fuerzas de la naturaleza, que aquí son de primer orden. El volcán Timanfaya produjo en 1730-36 una serie de erupciones que barrieron del mapa todo lo que encontraban a su paso. Hay una crónica del cura de Yaiza, la población más cercana, en la que detalla los acontecimientos y la huida de la población aterrorizada ante el castigo divino. Ahora los únicos que salen corriendo son los turistas ante los precios que muchos restauradores y hoteleros han establecido. Aquí cobran por todo, hasta por entrar a un Parque Nacional, el Timanfaya, en el que someten a los que han pagado 9 € a un recorrido de 14 km en guagua de la que no te dejan apear y que en media hora desalojan para llenar de nuevo con otras decenas de incautos. De vez en cuando se para la guagua y los mansos turistas fotografían el motivo que se les indica. También hay demostraciones de lo alto que está el nivel geotérmico de la zona: echan agua en un orificio y al poco se provoca un chorro vertical de vapor que causa la admiración del turista enajenado. Y para rematar la función queman algunos matorrales en un agujero practicado a un metro de la superficie. Gran humarada y nuevos aplausos para terminar el espectáculo. El turista que no ha tenido suficiente puede seguir siendo extorsionado dando un paseo en camello por los alrededores.
 Una lástima y una indignación, porque el lugar es de los que impresionan por las formas y coloridos de los volcanes que ahora aparecen dormidos, pero la sensación de parque temático que han conseguido producir los responsables del lugar es de lo más repugnante para espíritus curiosos. Habrá que volver para acercarse a los volcanes a pie, aunque sea esquivando barreras imaginarias.














































































el hubara (camuflado)

enlace a etapa 1 (y las otras 5) en wikiloc.