23 feb 2016

Isla de la Gomera

La isla es como de otro lugar: entras en una dimensión temporal distinta, mecida por los alisios que llevan las nieblas al bosque y temperaturas tan apacibles como el suave viento.
 Parece difícil creerse lo que ves: jóvenes hippies auténticos haciendo autoestop; descalzos, él con las barbas y greñas de rigor y una guitarra por todo equipaje; ella con atuendo equiparable y mientras con una mano hace el signo de parada con la otra se levanta la falda enseñando el muslamen por si alguno pica. Pican.
Aquí todavía se puede ir con una mochila haciendo autoestop con la seguridad de llegar a algún sitio.
Impresiona ver el bosque de Laurisilva tan bien conservado en el centro de la isla y lo atraviesas por una pista en la bici pensando que a la vuelta de una curva aparecerá algún fósil viviente o especie aún no catalogada. Te paras un momento al oír a los mirlos y lo que te cae es un torrente de trinos, floreos, repiques y cánones de persecución que rebotan en el bosque y te dejan medio pasmado.
Es de ver el espectáculo de árboles cubiertos de líquenes exprimiendo la niebla para condensar el agua que luego distribuyen por todo el bosque y aflora en manantiales que brotan más abajo.
Y luego las gentes tan pausadas, tan amables (salvo que se trate de algunos seres teutónicos que dan el cante), tan agradables con los viajeros como para que estés deseando volver antes de haber partido.
Toda la isla está recorrida por una apretada red de senderos muy bien señalizados para que no temas pérdidas que tú no quieras. Y es que dan ganas de perderse una temporada a ver cómo se persiguen  las nieblas por lo alto de los montes y degolladas (así llaman a los barrancos enormes).
Volveremos.
















































22 feb 2016

El Teide

El pico del Teide tiene una altura de 3.718 m y por eso los requintados siempre dicen que es la montaña más alta de  España, más que el Mulhacén (3.478) o que el Aneto (3.404), las dos montañas que a muchos se les ofrecen como las cumbres de las cumbres hispánicas. El Mulhacén lo es de la península, el Aneto de los Pirineos.
Por aquello de subir al pico más alto, ver qué hay más cerca de las estrellas y admirar  los panoramas isleños vinimos a subir esta montaña que no tiene dificultad técnica ninguna, aunque la altura se nota y hay andarines que se ponen malos al llegar al refugio. Es una cuesta de vacas que se puede subir en alpargatas. No es broma: las botas que llevaba, ligeras, de verano, se desprendieron de la suela al calzármelas para iniciar la subida. Lowa se llamaban las desgraciadas y adjunto fotos por si alguien duda de que tal cosa pueda ocurrir. Las alpargatas que llevaba como calzado de descanso para el refugio hicieron su papel y con ellas pude subir.
Subimos desde Montaña Blanca, lugar en donde nos dejó la guagua que tomamos en Puerto de la Cruz. Sólo hay una subida al día, a las 9.15 de la mañana y la cola que se forma para subir al autobús es de lo más disputada: los nórdicos y teutones que predominan se cuelan como si fueran ansias vivas. Codazos, empujones y malos gestos se aprecian en tan variada grey.
La pista, amplia al principio y más adelante sendero con vueltas y revueltas, lleva al refugio Altavista (3.260 m) en donde hicimos noche para salir temprano el día de la ascensión. El refugio no abre hasta las 5 de la tarde; hay agua no potable disponible y no preparan ninguna comida. Puedes calentar los alimentos que lleves y hervir agua para hacer unas infusiones. Una máquina expendedora suelta una botella de agua de medio litro por 3 €. No hay cerveza, con lo que hidrata.
Al día siguiente, de madrugada en noche cerrada, salimos con la frontal por el sendero que lleva hacia la cima. Se pasa por el lugar en el que acaba el teleférico (la rambleta) y desde allí hay un tramo final que sube hasta la cima por sendero bien trazado. Los últimos metros te sumergen en unos vahos sulfídricos que demuestran que el volcán sigue vivo. El aroma de huevos podridos lo delata.
Desde lo alto vemos el amanecer esplendoroso y, aunque no es una cima solitaria, se tarda en bajar por  la amplitud del panorama y la iluminación sorprendente.
El descenso es hasta el teleférico y luego hacia el Pico viejo, con tres cráteres. De allí baja otro  sendero que nos acerca a Las Cañadas y el Parador de turismo desde donde se toma la guagua que baja al Puerto de la Cruz. Este descenso es más fatigoso, largo y solitario que la subida por el refugio.
Para otra vez sería el camino de ascenso más adecuado.