3 nov 2016

Transpirenaica. Etapa 17. Elizondo-Irun. 24.8.2016

La última es una interesante y dura etapa que según el recorrido oficial es corta, pero intensa. Para darle un poco más de ambiente nosotros le sumamos 24 km, por no haber llegado ayer a Etxalar como preveíamos.
La etapa comenzó con nieblas matutinas en el valle de Baztán, ideales para subir el primer puerto del día, el collado de Iñaberri, que pasa antes por Bagordi. La subida desde Elizondo es por una carretera que zeta tras zeta va subiendo con rampas muy exigentes. Después de rodear el monte Unboto subimos por pista hasta el Col de Iñaberri. Un subidón que sólo las vistas del Baztán sumergido en un mar de brumas logran distraer.
Desde el collado bajamos por una pista descompuesta hacia el collado Antxueta y luego a Eskisaroi. El camino coincide a ratos con el GR 11 y tiene tramos entretenidos, muy empinados, estrechos, pedregosos, difíciles. Además están acondicionando una parte muy descompuesta de la senda y cuando llegamos allí nos manda parar un operario porque no se puede pasar por otro sitio más que dando un gran rodeo; en la espera  vemos que al conductor de  la pequeña excavadora se le ha enganchado la pala en un lateral inclinando la máquina y obligándole  a un equilibrio difícil en el sendero muy pendiente; blasfema el hombre en múltiples registros de castellano y otras lenguas.
Una vez superado el trámite tenemos grandes vistas sobre el valle de Tximista, el monte Larun y brumas al fondo que bien pueden ser cantábricas.
Llegados al collado Eskisaroi iniciamos un sube y baja por sendero y pistas boscosas hacia una carretera que lleva a Etxalar. Allí paramos, almorzamos y seguimos la segunda parte, el inicio de la que hubiera sido la etapa final en el recorrido oficial.
Subidona inolvidable al Col de Lizaieta, al principio por carretera y luego por pista con algunos centenares de metros explosivos; en el mismo collado hay una Venta Lizaieta en donde reponerse un poco. Nosotros seguimos  bajando por una pista hacia el valle del Bidasoa, pero sin llegar a Vera de Bidasoa o Bera, como llaman ahora.
A continuación llega otra de las subidas atómicas de hoy, hasta la Venta Yasola, por pista asfaltada que remata en un punto desde el que ya se ve con claridad la costa y el Cantábrico.
El momento es de pura emoción, por lo que nos paramos en la Venta a celebrar la visión y comernos una tortilla más salada que manada canina. Pero no le hacemos ascos, pensando en las sales que hemos ido perdiendo hoy por esos collados tan extremos.
Repuestos y salados seguimos el recorrido que ahora nos lleva a un sendero que debería ser juzgado, mejor dicho, juzgado el que metió por allí la ruta. Imposible de bajar al principio por la fuerte pendiente y los escalones enormes que con carga no se pueden pasar sin desmontar. Más adelante ya se puede seguir, aunque está muy cerrado por la vegetación, y así llegamos a la Venta Zahar. Ahí se inicia el penúltimo gran subidón, por carretera estrecha muy pendiente, pero corta, al Col de Ibardín, un lugar al que se accede por carretera, con grandes centros comerciales y almacenes a los que acuden miles de veraneantes, franceses en su mayoría.
Desde el Col se dirige la ruta hacia el embalse de Arola y el casi último collado, Poiriers. Ya ni contamos los collados que hemos subido hoy. Hay pendientes muy duras para despedirse por todo lo alto. Ya desde el collado se baja por pista entretenida y descompuesta hasta llegar al asfalto que nos lleva al río Bidasoa y siguiendo su curso a los pueblos de Biriatou, Behobia y final en Irún.
Un punto más de picante para llegar al final de la etapa fue tener que ir hinchando cada poco una rueda de las que ayer se pinchó: tantas fueron las picaduras que no había líquido para todos y el sellado no fue total; tuvimos que ir parando a darle aire porque veíamos tan cerca el final que no compensaba desmontar todo el equipaje para hacer una reparación en condiciones.
Llegamos, algo, bastante, cansados, pero llegamos, terminando una de las etapas más largas y extenuantes que hicimos en toda la travesía.
En Irún nos alojamos en la Pensión Lizaso; limpia, sin más comentarios, 65€ alojamiento. Decidimos posponer la gran celebración para el día siguiente en San Sebastián, adonde nos trasladamos en tranvía para pasear por la hermosa ciudad y echar un garbeo por el barrio antiguo con chiquiteo incorporado y una buena comida para cumplir con el homenaje que merecíamos.
El día siguiente fue para gestionar la vuelta a Llançà.
Primero mandamos las bicis por una agencia de transporte que sólo nos exigió que fueran protegidas  y con la rueda delantera desmontada. Utilizamos unos cartones y un rollo de film transparente-adherente para envolver cada bici como si fuera un alimento a refrigerar. Quedaron bastante bien envueltas. Esa misma mañana la agencia las recogió y al día siguiente juraron que estaban en Llançà. Fue verdad.
Luego alquilamos un pequeño auto (todas las gestiones vía internet) que recogimos en el aeropuerto de San Sebastián y devolvimos en Gerona, en la estación.
Por la autopista francesa que recorre veloz el norte de los Pirineos llegamos en una mañana hasta la costa mediterránea y allí se acabó, casi, el viaje.
El auto propio se había quedado en el aparcamiento particular del hotel Beri y tras las casi tres semanas allí estaba. Ese favor nos hicieron y aquí queda señalado.
Después de esas tres semanas en bici por pueblos semi abandonados, o abandonados del todo, nos apetecía un contraste urbanita y como había que dejar el auto de alquiler en la estación de tren de Gerona, decidimos quedarnos unos días paseando por esa ciudad tan fotogénica. Pero esa ya es otra historia.
Y esta ha sido la crónica, lectores presentes o futuros. Un gran viaje, manso viaje, como dicen los chilenos, sobre todo si, como fue el caso, se disfruta y comparte con la amada compañía.





El Baztán





Arrizabaleta






Etxalar


Larun




La costa al fin














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