Esta última etapa es la más corta de las cuatro porque no teníamos tiempo para seguir hasta la zona en donde pensábamos terminar, Celorico de Basto, más al Noreste. Queda para otro momento.
Desde la casa rural del Pombeiro fuimos en el auto hasta Felgueiras, una ciudad pequeña en donde es muy conveniente probar el Pao-de-Ló de Margaride, un bizcocho gigante con textura aérea, parecido a un mojicón antiguo, como espuma sabrosa.
El recorrido fue al estilo de los otros días, subir y bajar continuo por pequeñas carreteras locales entre aldeas y casas diseminadas.
Hay en esta etapa muchos km por adoquinado atravesando extensas zonas arrasadadas por los fuegos de este verano que han producido parajes de extrema desolación. Todavía huele a chamusquina.
Para uso exclusivo de ciclistas: en el km 35, después del Monasterio de Travanca, tras subir una pendiente prolongada se llega a un cruce. A la derecha aparece una carretera adoquinada que nos pareció que no podía ser la que llevaba a Lixa. Nadie a quien preguntar; el mapa sencillo no resuelve la duda. Giramos a la izquierda y volvimos a donde estábamos antes. Apareció un conductor que se paró con su auto en medio de la carretera para explicarnos, con la cortesía extrema portuguesa, grandes aspavientos y repeticiones (no menos de cinco), el camino correcto para ir a Lixa. Agradecidos quedamos. En el mapa se ve el bucle que hicimos; no tiene interés repetirlo. Volvimos a subir al cruce del adoquinado y seguimos otros 3 km de adoquines y luego otros más por el pueblo. Gran ruta adoquinada.
Hay en esta etapa muchos km por adoquinado atravesando extensas zonas arrasadadas por los fuegos de este verano que han producido parajes de extrema desolación. Todavía huele a chamusquina.
Para uso exclusivo de ciclistas: en el km 35, después del Monasterio de Travanca, tras subir una pendiente prolongada se llega a un cruce. A la derecha aparece una carretera adoquinada que nos pareció que no podía ser la que llevaba a Lixa. Nadie a quien preguntar; el mapa sencillo no resuelve la duda. Giramos a la izquierda y volvimos a donde estábamos antes. Apareció un conductor que se paró con su auto en medio de la carretera para explicarnos, con la cortesía extrema portuguesa, grandes aspavientos y repeticiones (no menos de cinco), el camino correcto para ir a Lixa. Agradecidos quedamos. En el mapa se ve el bucle que hicimos; no tiene interés repetirlo. Volvimos a subir al cruce del adoquinado y seguimos otros 3 km de adoquines y luego otros más por el pueblo. Gran ruta adoquinada.
Visitamos cuatro iglesias, un puente y un monasterio, el de Travanca, el último que vimos y el de más interés de todo el día. Llegamos a la iglesia de Airaes cuando estaban celebrando una boda con todos los invitados bien emperejilados para la ocasión. A la clásica lluvia de arroz le acompañaban garbanzos y pétalos de rosa.
Frente a la iglesia hay una higuera que da sus frutos al que el nombre del fruto diga. Nos pusimos como para una boda de frescos higos maduros.
Frente a la iglesia hay una higuera que da sus frutos al que el nombre del fruto diga. Nos pusimos como para una boda de frescos higos maduros.
Y en Felgueiras terminamos la ruta, un buen aperitivo de lo que puede hacerse por esas tierras. Nos quedaron muchos monumentos por visitar, aunque lo que vimos nos dio una idea para seguir muchas otras rutas en otros tantos años. Que se cumpla.
Datos para ciclistas: 51,33 km/ Tiempo en movimiento 3h 17'/ Ascenso total 1.243 m/ Descenso 1.207 m
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1. SAN VICENTE DE SOUSA
2. UNHAO
3. PONTE DA VEIGA
4. AIRAES
5. VILA VERDE
6. MONASTERIO DE TRAVANCA
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