7 oct 2014

Bilbao

No habiendo nacido en Bilbao y sabiendo que nacen los bilbaínos en donde quieren, se arrima uno con las cautelas necesarias a la ría del Nervión para ver el famoso museo retorcido y platinado y comprobar si el farol de Artecalle existe o es una broma del amigo Iñaki que nos hace cantar la tonada cuando nos reunimos con cualquier pretexto; es uno de los grandes éxitos de su repertorio que es amplio, variado y del que no conocemos final. Gracias, Iñaki.
Doy fe de que existe la calle Artecalle y el farol y ahí va una imagen en la que aparece la esquina y el nombre de la calle con su hornacina y Luz arrobada al pie.
El museo Guggenheim impresiona más por dentro que por fuera y la exposición que hemos venido a ver, una retrospectiva de Braque, es mucho más que inolvidable.Y deja un poso que se alarga.
Del resto del museo hay que señalar el recorrido por las esculturas gigantes de acero de Serra, un laberinto que a veces es sonoro, limpio, profundo. Canta el acero alabeado y nosotros también.
Los paseos por la ciudad son magníficos, el museo de Bellas Artes enorme y el tapeo por las siete calles cumple con las expectativas; o sea, que nos ponemos en condiciones.
Para rematar el viaje nos vamos el lunes a hacer una ruta con la bici de montaña alrededor del Gorbea
que resulta muy variada y exigente, a ratos bajo una lluvia casi Keralita por lo templado. Hay que volver a hacerla en seco con más visibilidad. Volver a Vizcaya, un propósito fácil de cumplir.



























enlace a Gorbeia