26 jul 2014

Tierra de Alba.

En  La Encomienda se puede entrar en una especie de bucle cerrado de tiempo: los cielos son más azules de lo normal, las horas vuelan a más velocidad y te encuentras en el viernes pensando que es martes.
Nada más amanecer ya están los pájaros con sus conciertos. Predominan los jilgueros con sus melismas africanos, pero hay un sin fin de otros colaboradores: pinzones, verderones, agateadores, zorzales, mirlos, estorninos, colirrojos, pardillos, gorriones en bandadas caóticas hablando todos a la vez y la triste letanía, (dekaokto, dekaokto, dekaokto, hasta la extenuación) de la tórtolas turcas.
Por las tierras de Alba, tierras en las que hacen pan de verdad todavía, fui con la bici a ver la iglesia visigótica de San Pedro de la Nave, pero ahora están en obras y no se puede visitar. Gozo-pozo.
Hay tantas jeras por hacer en una casa que se visita de uvas a peras que no se da abasto y así los días pasan y se escabullen, luminosos algunos cuando llegan imprevistas las palabras verdaderas y esperadas.
















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